Entradas

Letter to Hannah

Imagen
Hi Hannita, Hope you are doing great. During the last few months I've been doing research on therapy with psychedelics, particularly with psilocybin, a.k.a. magic mushrooms. I was willing to try it back in Mexico (sessions in Oregon are so expensive and in Mexico you find this stuff for free hehe). Last Sunday I was walking in Venice Beach and I saw a shop that sold chocolate bars and gummies with psilocybin. I bought a bar. I tried it on Monday after work. Not for fun or in a recreational way, but laying down covering my eyes the whole time to see my mind, my subconscious, what lays deep inside. It lasted 4 hours. I saw the most mind blowing landscapes I could have ever imagined and I went back to my past. I saw my childhood, laying on my dad's shoulder at age 5 and feeling his warmth, I saw all my friends, my brother telling me that he was with me all the time with his overwhelming presence and light, I saw my grandparents and uncles that have passed away saying hi, holding m

In Praise of Melancholy

Imagen
Melancholy is not rage or bitterness; it is a noble species of sadness that arises when we are properly open to the idea that suffering and disappointment are at the heart of human experience. It is not a disorder that needs to be cured; it is a tender-hearted, calm, dispassionate acknowledgment of how much agony we will inevitably have to travel through. Modern society’s mania is to emphasize buoyancy and cheerfulness. It wishes either to medicalize melancholy states –and therefore “solve” the problem- or to deny their legitimacy altogether. Yet melancholy springs from a rightful awareness of the tragic structure of every life. We can, in melancholy states, understand without fury or sentimentality that no one truly understands no one else, that loneliness is universal and that every life has its full measure of shame and sorrow. The melancholy knows that many of the things that we most want are in tragic conflict: to feel secure and yet to be free; to have money and yet not to be b

La invasión a Ucrania no es un asunto menor.

Imagen
En 2003 visité el pequeño país de Eslovaquia, que tenía una decena de años de haberse separado de su hermano mayor la República Checa y una docena de años de haberse independizado conjuntamente de la URSS. Estaba también en la antesala de su ingreso a la Unión Europea y viviendo el augurio de un futuro mejor como miembro en pleno derecho de un club de países ricos. La Eslovaquia de 2003 era muy distinta a la que encontré al volver a visitar ese país, en 2018, cuando lo que encontré fue una Bratislava modernizada, próspera, de altos edificios sobre cuyos cristales se reflejaba un impoluto cielo azul en su zona financiera y cuyos tranvías sabían ya llegar a tiempo. Ese año también estuve en los países bálticos, a saber, Letonia, Lituania y Estonia, y en Finlandia. Viajé después desde Helsinki a Rusia por tierra, ante la sorpresa de mis amigos fineses que, estando a unas horas de una ciudad tan espectacular como San Petersburgo, sentían una profunda animadversión por Rusia, por el puebl

Dos relatos muy breves

Imagen
 Un relato muy breve Una calurosa tarde, en Padua, lo llevaron a la azotea y pudo ver la ciudad desde lo alto. En el cielo había vencejos de chimenea. Al cabo de un rato oscureció y encendieron los reflectores. Los demás bajaron y se llevaron las botellas con ellos. Él y Luz los oían desde el balcón. Luz se sentó en la cama. Se sentía tranquila y fresca en la noche calurosa. Luz estuvo tres semanas en el turno de la noche. Se lo permitieron con mucho gusto. Cuando lo operaron, ella se encargó de prepararlo para la mesa de operaciones; y bromearon con lo de amigo o enema. Se sometió a la anestesia con el firme propósito de controlarse y no parlotear de cualquier cosa al llegar los momentos de estúpida locuacidad. Cuando comenzó a andar en muletas, él solía tomarse la temperatura para que Luz no tuviera que levantarse. Había pocos pacientes, y todos lo sabían. Apreciaban a Luz. Cuando él regresaba por los pasillos imaginaba a Luz en su cama. Antes de regresar él al frente, entraron

La incertidumbre lo es todo

Imagen
Como seres humanos estamos continuamente buscando la seguridad emocional, la seguridad laboral, la seguridad económica, o cualquier asidero que nos haga sentir que no andamos a tientas y sobre arenas movedizas. Pero la vida es otra cosa y da sorpresas. Nadie puede dar por sentado que seguirá con vida el próximo año, que continuará en el mismo trabajo o que algo catastrófico, una enfermedad o un accidente, no aguardan a la vuelta de la esquina. A mayor escala, nada más paradigmático y revelador que pertenecer a una generación que daba por sentadas la paz, la seguridad y el progreso, y que en el último año y medio ha visto cómo de la noche a la mañana puede todo salirse mucho de control, cerrando fronteras, echando la cortina a los negocios, mandando a millones de niños a estudiar en casa y haciéndonos temerosos del otro. Los planes, las perspectivas de una vida mejor y de querer hacer tal o cual cosa en tal o cual plazo, están igualmente y en cierta medida sometidos a los designios de

La otra llave

Imagen
Hay puentes que llevan a otra orilla y puentes que llevan a un misterio. Me detuve en el Pont des Arts, de París, para ver los curiosos ex votos que ahí deja la gente. En las rejas que escoltan el trayecto hay candados de muchos tamaños. Le hablé del tema a Pierre, un amigo parisino, y bajó la vista hacia su taza de café. “Es una larga historia”, contestó. Pensé que contaría una leyenda de amor a orillas del Sena, pero habló en el tono de quien confiesa algo que no acaba de descifrar. En forma accidental, provoqué que contara una historia íntima. Un par de años atrás, su novia, Claire, propuso que colocaran un candado en el puente. Cada uno conservaría la llave. En caso de que desearan romper la relación, bastaría abrir el candado. Así se ahorrarían los dolorosos protocolos de la separación. No sería necesario decir: “Tenemos que hablar”, para luego acudir a una falsa diplomacia: “El problema no eres tú, soy yo”. Si uno de los dos se hartaba, podría tirar el candado a las sucias ag

Soñar en grande

Imagen
Mardin, 2018 Mi vida, tan frágil, tan limitada, tan poco interesante, tan de un instante en la historia del universo, de un universo que se expande incesante y para el que nada somos, tan poca cosa en un planeta poblado por casi 8 mil millones de congéneres que luchan cada día por un algo, ya sea un sueño o una esperanza, ya sea únicamente por sobrevivir porque así les tocó vivir y no tienen sobre la mesa más pábulo que un tazón de arroz o un platito de cuscús. Mi vida, que se va, como la de cualquiera, en lo que un suspiro y cuyos años transitan a una velocidad tan rápida como imperceptible, no busca mayor trascendencia, mayor significado, que el de pasarlo bien y ser bueno bajo la moral judeocristiana que nos rige, bajo el yugo y el arropo del capitalismo, que es lo que hay. No queda más, en fin, que pasarlo bien o al menos intentarlo con fervor. De los 18 a los 35, es decir, del inicio de la segunda mitad de esta vana vida a la fecha, fue querer verlo y vivirlo todo, dejándome la ju